Nadie sabe dónde terminará esta pesadilla de bancarrota de las administraciones públicas. Nuestros políticos, economistas, intelectuales y demás enterados siempre opinan, pero a remolque de los acontecimientos. Primero llega la mala noticia, y después, todos justifican lo injustificable, es decir los recortes del Estado de Bienestar. Nadie se atreve a contradecir la explicación oficial. Una de dos, o no quedan espíritus críticos en este país, o aquí no hay crisis.
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