La Filosofía no ha avanzado desde la Antigüedad, salvo pequeños retoques sobre lo ya existente, es la misma. En lo esencial, nuestra estructura mental es la misma que en la Grecia clásica, se desliza entre dos extremos: el idealismo de Platón y el materialismo de Aristóteles, ambos discípulos de Sócrates.

Sin embargo la tecnología, que era prácticamente inexistente antes del S.XVII, ha despegado a tal velocidad que muchos ciudadanos sobradamente preparados en su adolescencia son incapaces de terminar su vida laboral al quedar desfasados por “las nuevas tecnologías”.

Este desfase entre estructura mental y nivel tecnológico es un obstáculo insuperable para muchos ciudadanos, muchos viven al margen de la sociedad, y otros enloquecen. También están los sofistas de nuestro tiempo que, arrastrados y aturdidos por la velocidad del cambio, ni siquiera son capaces de pensar que antes de “las nuevas tecnologías” hubo vida inteligente.

En la Antigüedad, los griegos decían que la NATURALEZA es la porción del mundo que podemos captar con nuestros cinco sentidos, pero que existe otra parte infinita de la realidad que los hombres son incapaces de percibir. A esos fenómenos invisibles para el ser humano, pero que ellos aseguraban su existencia, les llamaron NOÚMENOS, en oposición a los FENÓMENOS que sí podemos ver. Es lo que Kant denominó: “conocimiento racional puro” en oposición al “conocimiento sensible”.

 

Ese ejercicio de abstracción de los griegos antiguos fue el punto de partida primordial y esencial para el desarrollo de las Ciencias Naturales y Sociales, tal como las conocemos hoy día. Asegurar la existencia de los noúmenos alentó investigar lo que no se ve, pero que la razón insiste en su presencia, por ejemplo: las matemáticas, el magnetismo, la electricidad, las ondas, la electrónica, la fisión y fusión nucleares, la biología celular y molecular, la informática…

 

En Ciencias Políticas es difícil distinguir entre conocimiento sensible y conocimiento racional puro, pero también entre Política y Ciencia. Y no tanto por la Política y la Ciencia, sino por los buenos actores políticos. La clase dominante perpetúa su supremacía económica administrando el vasto espectro de ideologías políticas, y la clase política legitima su estatus social disfrazando esas ideologías y negocios partidistas en Ciencias Políticas.

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Luis Perant Fernández

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