Vivir de la caridad es denigrante para el ciudadano. Para sentirse parte de la sociedad, el ciudadano necesita dignidad. Y dignidad se consigue siendo útil para la sociedad, aportando trabajo. En nuestra sociedad, ninguna persona es autosuficiente, por tanto, todos somos necesarios para intercambiar nuestro trabajo y abastecer nuestras necesidades. Esta debe ser una de las prioridades del Estado contemporáneo, conseguir el pleno empleo. Los que están a favor del Estado mínimo son mercenarios del poder neoliberal, unos inconscientemente adoctrinados por los medios de masas y otros deliberadamente, por estar bien pagados. El empleo público, además de eliminar la connivencia y corrupción político-empresario en las contratas-obras públicas, sirve de colchón en las crisis cíclicas económicas. El trabajo dignifica al ser humano y beneficia a toda la sociedad.
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