El sistema político de la Unión Europea, ese que nos gobierna y nos obliga, no es una democracia directa. Los ciudadanos europeos sólo eligen el Parlamento europeo cuyas funciones legislativas y de control son limitadas, casi insignificantes. El verdadero poder legislativo y ejecutivo lo ejerce la Comisión con la complicidad del Consejo, un entramado político-partidista-elitista-europeo ajeno al control de los partidos políticos nacionales y, por supuesto, de la ciudadanía europea. Esta casta política no está expuesta al castigo-premio de las urnas, pero sí al castigo-recompensa de las élites financieras
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