Todos nos hemos planteado algún deseo para el nuevo año. El mío es reducir el desempleo. No es que  me afecte directamente, pero entiendo que habiendo trabajo, se respira felicidad en el ambiente y, egoístamente, todos salimos beneficiados. ¿Entonces, por qué no hay trabajo? La crisis es mundial, y por supuesto, el desempleo también lo es. Sin embargo, la tasa de paro en España es el doble que en Europa y está de moda culpar de ello a ZP. Yo no lo haré, porque pienso que el retraso industrial de España arranca en el siglo XVI, y sólo debemos buscar soluciones de futuro.

            Tenemos el mismo número de parados que cuando se fue Felipe González, pero la situación es diferente. Felipe se marchó porque el mundo empresarial le hizo una huelga de inversiones, aumentó el desempleo, creció el descontento popular y perdió las elecciones. Ahora es diferente, el paro se debe a la falta de financiación a escala mundial. El Gobierno de España lleva a cabo las políticas correctoras que imponen el G20 y el FMI. No puede aplicar otras medidas porque sería un suicidio, se quedaría aislado de la recuperación global. Pero está claro que esta situación genera descontentos entre los más desfavorecidos y las encuestas dicen que ganaría el PP si ahora se celebrasen elecciones generales. La presidencia española de la UE puede ser la oportunidad para que nuestra tasa de paro se ajuste a la media europea.

            El Banco Central Europeo reconoce que la peor lacra de la economía europea es la evasión de capitales. Este dinero, que sale de Europa hacia los Paraísos Fiscales, merma los ingresos de los Estados y reduce los servicios públicos, pero también disminuye la masa monetaria en circulación, con el consiguiente descenso del consumo, de la producción y el aumento del desempleo. La presidencia española en este primer semestre de 2010, debe sentar las bases de la política europea para solucionar este problema común a todos los Estados miembros, pero que es mayor en España, y precisamente por eso hay más desempleo.

            Dentro de la UE hay dos tendencias muy diferenciadas para combatir este fraude. Uno está formado por Francia y Alemania, y el otro, por el Reino Unido. Este último no tiene menos peso, ya que tiene como aliado a los EE.UU. Francia y Alemania quieren terminar con el negocio de los Paraísos Fiscales para sanear sus cuentas públicas. El R.U. y EE.UU. pretenden controlar ese negocio a través del FMI e inyectar ese dinero en los mercados mundiales. De momento EE.UU. impone su modelo, pero Francia y Alemania, gracias a su presión, son los primeros en salir de la depresión. La dimisión de Solbes tuvo mucho que ver con la posición española en este tema. Los Paraísos Fiscales, de existir, tienen que ser tan rentables para Europa como lo son para el R.U, EE.UU. y China. La Globalización no debe ser sinónimo de privilegios fiscales.